TEMA 9-2.
CURACIONES / SANACIÓN
(23 de Marzo
2015)
"A otros Carisma de Curaciones, en el único Espíritu” (1Cor.
12, 9b)
EL CARISMA DE CURACIONES (Don de Sanación)
Introducción
Sanaciones
designarían aquí “otros milagros” que irían en la línea de la expulsión de
demonios.
La
mayoría de los autores no encuentran gran diferencia entre “milagros” y
“sanaciones”. Una clara diferencia entre sanación y milagro es que el segundo
tiene un campo más amplio de actuación.
Jesús pasó curando la mayor parte de
su tiempo a las personas enfermas (corporal, psicológica, moral y
espiritualmente). Éste era uno de los signos que acompañaban su predicación.
Para lograr la sanación se requiere
de una fe expectante y confiada y, sobre todo, de mucho amor.
El Señor puede comunicar este carisma
a cualquier creyente. Nosotros sólo somos instrumentos a través de los cuales
el Señor derrama la gracia física y espiritual. Jesús es quien sana (Hch 8,
4-8). Solamente Él puede llegar a donde nadie ha llegado, a lo más íntimo de
nuestro ser, donde El quiera derramar la gracia de la sanación física,
espiritual o ambas.
A menudo la oración por sanación se
acompaña con la imposición de manos (Mc 16, 18).
Fuentes
de Sanación
Para
comprender el don de sanación, tenemos que ir a las fuentes del mismo. Jesús
como Hijo de Dios fue enviado como salvador de todo el hombre y de todos los
hombres. Su misión abarca tres áreas: 1) Anuncio del Reino, 2) Sanación de las
personas y 3) Expulsión de demonios.
Enfermedades
que padece hoy el hombre
1.
Las del Espíritu, causadas por el pecado
personal
2.
Las emocionales causadas por heridas del
pasado
3.
La enfermedad física del cuerpo
4.
Puede darse también la opresión diabólica
Jesús
pasó al lado del hombre sanando toda clase de enfermedad y perdonando los
pecados: al paralítico, a la pecadora. Curó a los ciegos, leprosos, sordomudos,
paralíticos y a quienes estaban aquejados por toda suerte de enfermedades.
Arrojó demonios de muchos posesos y dio paz y consuelo a quienes recurrían a
El.
Jesús
envió a los suyos a sanar. Son muchos los textos que aparecen en los
Evangelios, donde Jesús envía a los Doce y a los Setenta y dos a proclamar el
Reino y a sanar. Los setenta y dos discípulos, son enviados con una triple
misión:
1.
Anunciar que el Reino de Dios está cerca, y
que Jesús está ya salvando.
2.
Ellos han recibido de Jesús poder de curar
los enfermos. De esta forma manifiestan el gran amor de Jesús y su interés por
toda la persona.
3.
Comunican el don de la paz.
Los
discípulos, llevan a cabo fielmente este plan del Señor. La Iglesia primitiva
creyó en el mensaje de Jesús y en su poder y recibió el testimonio de ser sanados
muchos de ellos, por la sombra de Pedro. Se nos dice que acudía la multitud de
las ciudades vecinas trayendo enfermos y todos eran curados.
Formas
de administrar el Don de Sanación
1.
Por los servicios médicos
Todo
conocimiento científico viene de Dios. El médico y la medicina son medios en
las manos del Señor.
Es
Dios quien infunde la vocación de curar enfermos, ilumina a los médicos y los
asiste para que puedan descubrir las virtudes curativas.
Es Dios
quien por medio del médico arrebata los cuerpos a la muerte. No hay tampoco
oposición o sistema sucesivo de curación, primero el médico, luego Jesús. Es
Jesús que sana por medio de elementos o instrumentos creados por El mismo.
Cabe
mencionar aquí el libro del Eclesiástico el capítulo 38, donde el Siracida hace
toda una reflexión sobre el médico, la medicina, la ciencia del médico, la
necesidad de pedir al Señor la salud...“Da al médico por sus servicios, los
honores que merece que también a él le creó el Señor.” (v.1) “El Señor puso en
la tierra medicinas, el varón prudente no las rechaza”(v.4) “Con ellas (las
medicinas) cura él y quita el sufrimiento, con ellas el farmacéutico hace
mixturas” (v.7) “Hijo, en tu enfermedad, no seas negligente, sino ruega al
Señor, que él te curará”(v.9) “Recurre luego al médico, pues el Señor lo creó
tamibén a él...” (v.12) “Hay momentos en que en su mano está la solución pues
ellos también. al Señor suplicarán...” (v.13)
2.
Por los Sacramentos
Jesús
nos dice: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn.
10,10).
Los
sacramentos son canales de gracia y por tanto de gran provecho para nuestro
cuerpo. La sanación se nos regala por los sacramentos, como don capaz de
inundar al hombre íntegramente. Cada sacramento contiene en sí mismo un poder
de sanación.
En
ningún momento, podemos nivelar el efecto del sacramento con el del Carisma,
aunque a veces den frutos parecidos. A los Sacramentos de la Reconciliación y
la Unción de los enfermos, el C.E.C. los llama “Sacramentos de Curación” y
señala como finalidad de estos sacramentos, la obra de curación y salvación
obrada por el Espíritu Santo.
a.
Por el Sacramento de la Reconciliación
Por
este sacramento se recibe la gracia más eficazmente para ser sanados, porque al
ser perdonado el hombre, el Señor lo libera del pecado y de todas sus
consecuencias. Con frecuencia, el pecado
y la enfermedad están unidos como causa y efecto. Vemos, muchas veces,
actitudes en la persona, que pueden enfermarla, como el odio cultivado durante
largo tiempo, el rencor, la venganza, celos, envidias... a la vez que son
faltas graves, se llegan a constituir con el tiempo en causa de enfermedad. El
sacramento es fuente de vida y de sanación siendo uno de los medios más
poderosos para crecer en el amor y dar paz interior.
b.
Por la Unción de los enfermos
Es
el sacramento de vida. La finalidad de este sacramento es la curación del alma
y del cuerpo.
El
Amor de Dios se manifiesta en forma más notoria en los enfermos y afligidos, en
aquellos que están en crisis con ellos mismos, los que se sienten interpelados
en su ser sobre el sentido de la vida, los que han perdido la seguridad de su
propia imagen.
El
Catecismo nos habla del carisma de sanación y lo coloca dentro del contexto de
la Unción de los enfermos: “El Espíritu Santo da a algunos un carisma especial
de curación (1Co. 12, 9.28.30) para manifestar la fuerza de la gracia del
Resucitado...”. “Sanad a los enfermos ! (Mt. 10,8). La Iglesia ha recibido esta
tarea del Señor e intenta realizarla tanto mediante los cuidados que
proporciona a los enfermos como por la oración de intercesión con la que los
acompaña....”.
c.
Por la Eucaristía.
Por
este sacramento, el Cuerpo de Cristo se pone en contacto con nosotros. Al paso
de Jesús, de cuantos El tocaba con sus manos, muchos quedaban curados. Hoy
nosotros al comulgar nos ponemos en contacto con Jesús de una forma muy especial.
La Eucaristía es el alimento del alma, alimento que desarrolla en nosotros la
unión con Dios.
3.
Directamente
Es
innegable que hoy en nuestra Iglesia hay cristianos que llevan a cabo un
ministerio de sanidad, por un don recibido del Señor. Este ministerio se
ejerce:
·
Por Palabra de Conocimiento
·
Por el Don de Fe y Milagros
Hay
personas de gran calidez humana y compasión, que son más sensibles al dolor
ajeno y que son llamados por Dios al Ministerio de la sanación, acompañando con
la oración a los enfermos.
Sanación
y vida espiritual. El Ministerio de Sanación
“Cómo
Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo El
pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque
Dios estaba con El” (Hch.10, 38)
Quien
entre en este ministerio, se verá envuelto en conflictos espirituales. El
espíritu del mal ataca antes, durante y después de cualquier servicio de sanación.
·
Antes de la Sanación: Depresión repentina,
cansancio, sensación de desinterés, enojo, frustración, altercados con la
gente, sensación de bloqueo debido a algún incidente, sensación de falta de
valía...
·
Durante la Sanación: Distracción, dudas,
pensamientos confusos, sensación de decaimiento de la fe, tentación de dejar de
escuchar a Dios, pensamientos desalentadores y negativos, deseo de apurarse y
terminar pronto.
·
Después de la Sanación: Depresión repentina
de fracaso, cansancio externo, sentimientos confusos y mezclados, tentación de
orgullo, deseo de presumir después de una clara manifestación del Señor.
Frente
a esta realidad es necesario destacar una serie de valores a tener en cuenta
por quien ejerce el ministerio de sanación y quien recibe la sanación.
·
Es el Espíritu Santo quien da el don o
poder de sanar. El mismo Espíritu inspirará la forma y palabras que hay que
decir o hacer.
·
Quien administra el Don de Sanación
escucha, observa lo que el Espíritu Santo obra, y reconoce que todo es obra del
Espíritu. Es al Espíritu a quien se ora, alabando y bendiciendo su obra en nosotros.
·
Es en nombre de Jesús por quien se ejerce
este ministerio y con su autoridad.
·
Entre el que ejerce el don y quien recibe
la sanación deben tenerse en cuenta ciertas reglas a seguir:
o
La relación será siempre de adulto a
adulto, no una relación paternalista.
o
Debe darse honestidad y sinceridad por
ambas partes.
o
Quien ejerce el ministerio ora por el
enfermo y da con gratitud su tiempo, se preocupa por la persona y no se deja
llevar por emocionalismos. Tiene compasión y respeto por el enfermo.
o
Partiendo siempre que es Jesús quien sana,
el enfermo no debe quedar atado o sometido a la persona que administra el don.
o
Es necesario que quien es sanado, en ningún
momento se sienta condenado.
o
La reserva es un aspecto clave en relación
a toda confidencia del enfermo.
Niveles
de Sanación
1.
La Anámnesis
Es
colocar a la persona en actitud receptiva de la gracia. Es ir ayudando a la
persona a tomar conciencia de los verdaderos problemas interiores, recorrer la
historia con la persona enferma. Se pide al sujeto, que formule con sinceridad
sus “quejas actuales”, los síntomas que lo paralizan o le hacen sufrir
rencores, angustias... Es importante saber hasta qué punto la persona acepta
ser sanada por el Señor o que idea se hace del Dios al que se dirige. Aquí
habrá que corregir ideas inadecuadas o erróneas en relación al Amor de Dios. No
caer en lo mágico ya que sería una expectativa inadecuada. Ser conscientes de
la necesidad de colaborar con la gracia. Con frecuencia un síntoma aparece como
reacción a una tensión, una incomprensión, un conflicto, una agresión. Es
necesario también evaluar los procesos psicofísicos y espirituales del sujeto,
desde su infancia, hasta la edad actual, pasando por cada etapa de desarrollo,
para descubrir qué heridas fueron quedando en esa persona, descubrir los
mecanismos de defensa, alienaciones psicológicas traducidas en angustias y
culpabilidad. Todo este proceso debe hacerse en función de la persona y orando
por su sanación.
2.
El Perdón
No
hay sanación interior si no hay perdón, incluso muchas enfermedades físicas
tienen como origen la falta de perdón. Toda falta de perdón desequilibra
nuestra armonía interior. El perdón es capaz de desatar todas las trabas
interiores y liberarnos de todas las angustias.
Solo
el perdón otorgado desde el fondo del corazón hace derribar las murallas de
nuestro egoísmo, los traumas, las violencias, los orgullos. Sin el perdón del
corazón, la oración de sanación es ineficaz, no puede producir frutos de sanación.
Aquí podríamos distinguir varias clases de perdón:
o
Perdonar al prójimo. “Si alguien dice: Amo
a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su
hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1Jn. 4, 20). “Pues
toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como
a ti mismo” (Ga. 5,14)
o
Perdonarse a sí mismo. “El segundo es
semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt. 22, 39) Quien se
acepta a sí mismo y su propia existencia puede mantener armonía con los demás.
Pero para poder aceptarse a sí mismo es necesario descubrirse amado por Dios.
o
Paradójicamente quizás tenga que perdonar a
Dios. Es importante para ello clarificar la imagen que tenemos de Dios: 1) Dios
respeta el curso natural de las cosas, sus leyes naturales, 2) Dios solo permite
las cosas “malas” en este momento concreto y para uno, nunca las manda, 3) detrás
de cada acontecimiento siempre se puede sacar algún bien, tenemos que poner lo
que podemos de nuestra parte, 4) toda capacidad y cualidad es un regalo de Dios,
es necesario reconocerlo así, y 5) Dios nos quiere felices y por eso desea lo
mejor para nosotros y nos invita a poner de nuestra parte todo lo que está a
nuestro alcance. Alejarnos de El, supondría la soledad y a la larga una mayor
angustia y vacío en el corazón del hombre.
3.
Sanación de recuerdos
Los
recuerdos más determinantes y más graves, son los que afectan al período de
cero a seis años.
El
niño registra los episodios juzgados por él como agresivos, sobre todos en
relación a la falta de amor gratuito. Hasta situaciones dolorosas vividas en el
seno materno producen recuerdos traumatizantes.
Toda
carga emocional se incrusta en la memoria del sujeto y repercutirá
posteriormente en la persona.
La
gracia de sanación actúa en el nivel de la carga emocional ya que esta es la
destructora del ser y frena o impide que un acontecimiento doloroso sea captado
como constructivo.
Por
otro lado, toda carga emocional en los casos de traumatismo afectivo, puede
contener entidades espirituales negativas, como rencor, resentimiento,
autodestrucción...
Frente
a esta realidad es necesario orar por las heridas recibidas, y por la memoria
afectada por la circunstancia traumatizante.
4.
Sanación Psicoafectiva
La
sanación psicoafectiva incluiría las perturbaciones interiores severas que
limitan demasiado la autonomía de la inteligencia y de la voluntad y que
impedirían al enfermo el entrar en un proceso consciente de curación interior. Es
importante ante esta situación hacer comprender al paciente el inmenso amor que
Jesús tiene por él. El proceso de sanación por medio de la oración en este tipo
de enfermos, por lo general es muy larga. Ante esta realidad, el paciente debe
ser sostenido tanto a nivel espiritual como psicológico.
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