martes, 12 de mayo de 2015

TEMA  11. LA RENOVACION CARISMÁTICA Y LA ORACIÓN.
(ORACIÓN DE ALABANZA, ADORACIÓN Y ACCION DE GRACIAS.
ORACIÓN DE INTERCESION.)
(11 de Mayo 2015)


1.      Oración de Alabanza

La alabanza clamorosa es una oración típicamente bíblica (Salmo 89, 15-16) y tiene sus orígenes en los campamentos militares de Israel. Esta aclamación, inicialmente era el grito de guerra que iniciaba el salto de las tropas hacia la batalla. Era la invocación a Dios sobre todo el ejército, como una alabanza comunitaria, expresando su fe en la victoria, y reconociendo el poder de Dios (Josué 6, 5).

La oración de alabanza en los grupos da muchos frutos: 1) llena de vida, 2) nos centra en Dios, 3) nos permite crecer, 4) transforma la tristeza en alegría, 5) nos capacita para encarar los conflictos, 6) aumenta la fe, 7) abre nuestra mente y corazón a los milagros, 8) nos fortalece para la batalla espiritual, 9) rompe las cadenas, 10) nos trae paz, 11) une a la comunidad, 12) crea condiciones para una evangelización eficaz…

El enemigo, Satanás, tiene muchos motivos para alejar a cada cristiano y a la comunidad, de la oración de alabanza, de ahí las tentaciones que pone contra la alabanza: 1) no tener confianza en los frutos de la misma, 2) me siento ridículo, 3) solo si soy digno, 4) solo si lo siento, 5) me molesta la alabanza de los otros, 6) pensar que es perder el tiempo, 7) pensar que es un “don”, 8) no soy expresivo, 9) yo me relaciono en intimidad con Dios…

Testimonio tomado del jesuita Juan Manuel Martín Moreno (libro “Volverás a alabarlo”):

En Agosto de 2003 me invitaron a predicar en la Asamblea Nacional de la RCC portuguesa, reunida en Fátima… les propuse esta dinámica de aclamación gozosa y esperanzada durante una sesión de sanación. Nos retiramos todos del escenario… Les pedí que imaginasen en el escenario vació todos los enemigos que aparecen en sus pesadillas, los hábitos que los esclavizan, los rencores, los reproches, las enfermedades. Debían imaginarlo como un poderoso ejército acampado en su contra. Y les sugerí que se preparasen para dar un fuerte grito aclamando la victoria del resucitado. Me sentía muy inseguro, porque no sabía cómo iba a reaccionar aquel auditorio tan grande, y temía quedar en ridículo si la gente no entraba en la dinámica.
Pero empecé dominando mis temores, y me lancé al grito de 1, 2, 3, les invité a dar el grito de guerra. Me quedé conmocionado ante la respuesta. Nunca había escuchado un griterío semejante, acompañado con todos los instrumentos, con tambores, con palmas… Fueron más de 10 minutos interminables. La gente que en ese momento se encontraba fuera del auditorio por los pasillos, al oír el griterío, corrió a la sala a ver lo que pasaba, y conforme entraba se sentía inmediatamente afectada por aquella energía desbordante.
Luego pudimos escuchar muchos testimonios muy bonitos de personas que en aquel momento se sintieron liberadas de sus miedos, de sus enfermedades, de sus obsesiones, de sus desánimos… Luego la he propuesto alguna otra vez con grupos no tan numerosos y siempre he experimentado el mismo poder de la alabanza.

2.      La Adoración

Según el P. Darío Betancourt, adorar es declarar que alguien tiene autoridad y dominio sobre mí porque me ha creado. La postura que asumamos no revela el tipo de oración que hacemos, lo importante es la intención que tenemos en el corazón. La formas de expresión  han cambiado a lo largo de la historia: “adorar a Dios con los huesos”, “amar con las entrañas”, “con el corazón”, “con cada molécula de mi ser”. Lo importante es poner a Dios en primer lugar y reconocerlo como ser supremo y fuente de todo bien.

Para diferenciar “venerar” es declarar que alguien está dotado de cualidades y virtudes especiales dadas por un ser superior que lo ha creado.

La Eucaristía es Jesús resucitado, vivo y verdadero. Cuanto más crezca nuestra fe en Jesús resucitado, más justo nos parecerá adorar a Jesús Sacramentado.

Testimonio del P. Emiliano Tardif (1994):

El 20 de Noviembre del año pasado estaba yo predicando en Paraguay, en el Centro deportivo de Asunción. Teníamos 17 mil personas en una jornada de un fin de semana. Todo estaba hermoso y bien preparado… Eran las cinco de la tarde, estaba repleto el centro deportivo, y era la hora de la comunión, cuando los Ministros Extraordinarios de la Eucaristía iban distribuyendo la Santa Eucaristía. Había en el centro un hombre ciego de 51 años, que caminaba del brazo de una persona. Había tenido un accidente hace 25 años y un fuerte golpe en la cabeza lo dejó ciego.
Cuando el Ministro de la Eucaristía pasó frente a él, él contó en su testimonio que sintió un gran calor en sus ojos, comenzó a ver como una neblina y ya estaba muy emocionado, luego desapareció la neblina y comenzó a ver clarito. ¡El mismo Jesús que curó al ciego de Jericó hace dos mil años, curó al ciego de Paraguay!
Al final lo llamamos para que diera su testimonio, y él lloraba de alegría: -Uds. No se imaginan la alegría que tengo de poder ver a mis hijos después de 25 años, de poder verlos a Uds., y debo dar gracias a Dios porque estoy viendo y claro-. Esto causó un impacto pastoral muy fuerte en la multitud.

3.      Acción de Gracias

“Padre te doy gracias por haberme escuchado.” (Jn 11, 41)

En la acción de gracias nos centramos en las acciones que Dios ha hecho a favor nuestro. Los cristianos fundamentalmente agradecemos la cruz de Jesucristo, que trajo para la humanidad la salvación, la sanación, la libertad, la esperanza, una vida nueva, la experiencia del Espíritu santo y todo bien que se pueda imaginar.

Testimonio del P. Emiliano Tardif (1995):

Yo recuerdo a una señora que tuvo un accidente. Estaban en un automóvil y en el accidente todos los demás murieron. Ella fue la única que salió con vida. La llevaron al hospital donde estuvo una semana por fracturas múltiples en brazos y piernas.
Esta señora acostumbraba visitar a Jesús sacramentado en la capilla de la casa de la comunidad donde yo vivo. Después que le dieron el alta, en lugar de ir a su casa pidió que la llevaran al Santísimo para darle gracias a Dios de haberle conservado la vida. Cuando llegaron a la casa de la comunidad, ella no podía movilizarse sola, la cargaron entre dos personas, entró en la capilla y se sentó en una silla.
Ella se quedó unos 45 minutos adorando al Señor, sentada en una silla exactamente frente al Santísimo expuesto sobre el altar. Había algunas personas en adoración silenciosa.
De pronto empezó a quejarse que algo le estaba pasando. Pensaban que ella se ponía mal y salió alguien a preguntar si en la casa teníamos un aposento para llevarla porque pensaban que estaba enferma.
Y cuando regresamos a buscarla, ella se levantaba de su silla y comenzó a caminar totalmente curada de sus fracturas. Cuando salió de la capilla, brincaba de alegría, tenía más fuertes los brazos y las piernas. Ella había recibido sanación de Jesús que es la salud y la vida. Nadie había orado por ella, Jesús la sanó… Ella daba gracias por haberle conservado la vida y el Señor la sanó allí, frente al Santísimo.

4.      Oración de Intercesión

La oración de intercesión es muy sencilla de definir, se trata de pedir a Dios a favor de otro. En la intercesión el que ora no busca su propio interés, sino el de otro u otros (Filipenses 2, 4). El único mediador entre Dios y los hombres es Cristo; él es el gran intercesor (Juan 14, 13-14; Rom 8, 34; Heb 7, 24-25). A través de Cristo, por Él y en Él, el Espíritu Santo hace posible nuestra oración al Padre y es por esto que todos podemos interceder, tanto la iglesia terrenal como la iglesia celestial.

Principios de la Intercesión: 1) basada en la Promesa de Dios, 2) Puntual, 3) Positiva, 4) Perseverante, 5) con un corazón puro, y 6) con el poder del Espíritu Santo.

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